Aceptar disculpas cuando realmente no lo sientes puede ser una práctica de «falso perdón». Aprender a cambiar este patrón puede ayudarte a vivir con menos estrés.
La cultura del perdón y el sobre-apologizar
En nuestra sociedad, cuando alguien nos ofende, es común que se disculpe. Esto no es sorprendente, ya que, como seres inherentemente sociales, pedir perdón es un acto que nos permite integrarnos en las comunidades y mantener relaciones. Con el tiempo, las enseñanzas religiosas y las normas de etiqueta han reforzado este comportamiento, socializándonos para disculparnos con frecuencia, ya sea para reparar errores genuinos o para mitigar conflictos.
Sin embargo, una disculpa sincera fomenta la buena voluntad y la reconciliación. Hacerlo en exceso está asociado con la codependencia, límites interpersonales débiles y baja autoestima. Pero decir «lo siento» es solo la primera variable en una ecuación social de dos partes; la segunda es cómo respondemos. Desafortunadamente, la misma estructura social que nos ha condicionado a sobre-apologizar también dicta la respuesta apropiada: recibir la disculpa y perdonar, con cualquier variación de «está bien» siendo una respuesta aceptable.
El problema del «falso perdón»
Pero, ¿y si no está bien? Decir «está bien» o «te perdono» puede ser genuino o simplemente una respuesta reflejo. Al igual que sobre-apologizar, perdonar en exceso o falsomente puede tener consecuencias perjudiciales. No practicamos el «falso perdón» porque seamos incapaces de tener relaciones honestas, sino porque creemos que es lo que debemos hacer.
Nuestro deseo de perdonar, y hacerlo rápidamente, es comprensible; nos enseñan que para ser una «buena persona» debemos perdonar a nuestro ofensor bajo cualquier circunstancia, incluso si no se extiende una disculpa. Además, la investigación sobre el perdón encuentra que es beneficioso para nuestra salud, ya que perdonar libera sentimientos de ira y resentimiento, que, cuando no se atienden, permanecen dentro de nosotros como un tornado silencioso.
Al nutrir el perdón, ganamos beneficios para la salud mental, física y espiritual, como mejores relaciones, menos síntomas de depresión, menor presión arterial, mejor autoestima, un sistema inmunológico más fuerte, menos ansiedad, menos estrés y mejor sueño. Pero tales beneficios no se pueden obtener con palabras falsos; solo cuando nuestro perdón es auténtico podemos recibir sus regalos.
Las desventajas del «falso perdón»
Además de los beneficios emocionales y físicos deseables, el mensaje moral del perdón refuerza nuestra conformidad. Aunque nuestras intenciones sean sinceras, un anuncio deshonesto de perdón desencadena una reacción fisiológica comenzando con la activación de nuestra respuesta de lucha o huida. Esto se debe a que cuando perdonamos falsomente, no solo nos sentimos heridos, sino que también estamos mintiendo, tanto a nosotros mismos como a los demás.
Cuando actuamos de esta manera, estamos fuera de nuestra integridad personal, un estado en el cual nuestros valores personales se ejemplifican a través de palabras y acciones, expresados mediante atributos como la honestidad, la confiabilidad, el buen juicio y el respeto.
La integridad y el crecimiento espiritual
En su libro «Rising Strong», la investigadora y narradora Brené Brown aboga por la integridad, definiéndola como «elegir el coraje sobre la comodidad; elegir lo que es correcto sobre lo que es divertido, rápido o fácil; y elegir practicar nuestros valores en lugar de simplemente profesarlos». Aunque pueda ser socialmente aceptable, el perdón deshonesto compromete nuestra integridad y nos niega la oportunidad de crecer. Nuestros verdaderos sentimientos quedan sin expresar, seguimos heridos y los sentimientos negativos hacia el ofensor se agravan. Con este conflicto interno, podemos adoptar una mentalidad de víctima, sentirnos decepcionados con nosotros mismos y experimentar un aumento del estrés y la ansiedad.
Cómo evitar el «falso perdón» para prevenir la ansiedad
Si sospechas que el perdón falso o excesivo puede ser la causa de tu ansiedad, quizás sea hora de adoptar una nueva perspectiva. Aquí te decimos cómo:
Elimina el perdón como una medida moral: No somos «malos» si no sentimos perdón, no perdonamos a alguien que nos ha lastimado o no nos sentimos conflictuados. Proclamar falsomente el perdón por obligación moral solo intensifica el conflicto interno.
Quita la carga del perdón inmediato del agraviado: El ofensor no dicta los detalles de la sanación de otra persona. El perdón genuino es un acto íntimo y es determinado por la persona que ha sido herida.
Practica la integridad: Habla por ti mismo. En lugar de simplemente decir «está bien» o «te perdono» cuando no es verdad, opta por permanecer en tu integridad. Puedes hacerlo reconociendo la acción de una manera que no extienda un perdón falso mientras también dices la verdad. (Por ejemplo, «Aprecio tu disculpa; sin embargo, estoy herido y necesito tiempo para procesarlo»).
Rechazar el «falso perdón» no es fácil y puede ser incómodo al principio, pero vale la pena. Al hacerlo, eliges tu integridad, honras tu verdad, te alineas con tus valores, creas espacio para reflexionar y experimentas un perdón auténtico, fomentando un crecimiento espiritual y una experiencia humana más significativa y menos ansiosa.